Quizás todos
pensemos que las matemáticas son una ciencia abstracta, demasiada complicada y
compleja que se remite a algo tan simple como una combinación de números los
cuales nos lleva a esa sucesión de teoremas, formulas…
De todas las
ciencias naturales (Biología, Física, etc.), quizás las Matemáticas sean,
aparentemente, las que guardan una relación menos estrecha con el mundo
natural. Al fin y al cabo, no dejan de ser un invento puramente humano, un mero
juego de símbolos y reglas absolutamente abstractas. No obstante, resulta
asombrosa su capacidad de explicar, o mejor dicho, de describir determinados
fenómenos naturales de gran belleza.
Por ejemplo,
sabemos que las hojas de las plantas se distribuyen alrededor de los tallos
formando espirales para que ninguna hoja haga sombra a las que tiene debajo, y
lo mismo ocurre con la disposición de las semillas en los girasoles o las
margaritas, o de los piñones en las piñas.
En otras ocasiones,
la relación entre las matemáticas y la naturaleza se debe a cuestiones
relacionadas con el ahorro de energía. El ejemplo más claro es el de las gotas
de agua, que en estado de reposo adquieren la forma de una esfera perfecta para
reducir al máximo la superficie expuesta al aire y al sol y de este modo
evitar, en la medida de lo posible, la evaporación.
Sin embargo, los
ejemplos más espectaculares de patrones matemáticos en la naturaleza los
encontramos en las estructuras fracturada, que se repiten a sí mismas a
diferentes escalas.